viernes, 3 de octubre de 2014

¿Un paso atrás?

Después de no sé cuánto tiempo escribo una entrada que alude a mi hermano. Tengo la sensación de que todo lo que había avanzado en reponerme desde su muerte lo acabo de echar a perder de un sólo plumazo. Llevo una temporadita que no puedo hablar de él sin ponerme a llorar y a veces incluso desconsoladamente. Me da mucha pena verme así. No quiero ni pensar cómo me deben ver los demás... He seguido un consejo de amiga: he pedido hora para el psicólogo. Algo no está bien conmigo y quiero seguir viviendo, disfrutando del día a día y ser feliz con lo que tengo que no es poco cuando una se conforma con eso.

Llevo unos días intentando analizar la situación. No soy estúpida y nadie me conoce mejor que yo misma, así que he creído conveniente empezar psicoanalizándome yo misma. Creo que la culpa de que esté así la tiene el hecho de haber acabado la universidad. Parece una tontería, ¿verdad? Sin embargo, si te paras a pensar en mi historia las piezas van encajando poco a poco.

Aquel verano que dudé tanto en si continuar estudiando o ponerme a trabajar ya definitivamente fue un gran dilema para mi. No sólo por el hecho de aprovechar una oportunidad única, sino también porque empezar una carrera sería como retomar mi vida dónde se rompió: con 18 años, acabando el bachillerato y escogiendo una carrera que me gustase, un futuro. Por lo tanto, ponerme a hacer el grado significaba mucho más para mí que para cualquiera de mis compañer@s. Para recordarme la importancia de esa decisión que no tenía vuelta atrás me tatué la espalda. Me sentí cómo si renaciera. Me sentí cómo si volviera atrás en el tiempo mentalmente y pudiese volver a tener esos 18 años y pudiese vivir el momento como debió ser. Recuperar una vida alternativa que nunca tuve. Pero eso sólo fue un sentimiento que me hacía soñar porque nunca llegué a despegar y siempre tuve presente la situación real en la que me encontraba y cuál era mi papel en todo aquello.

Estos cuatro años he estado extremadamente atareada. No he tenido demasiado tiempo para pensar en otras cosas. Pero ahora se ha terminado. El periplo concluyó. He dejado de soñar. Estoy trabajando. Estoy ejerciendo plenamente el rol que me toca. Soy una madre trabajadora que también lleva adelante su casa y a sus tres hijas. Soy como muchas otras mujeres de este país. He vuelto a cortar con ese pasado, con esa vida alternativa que tendría si él estuviera aquí, si nunca hubiese tenido aquel accidente. El sueño se terminó y aunque nunca pensé que todo esto pudiese estar relacionado con él ahora me doy cuenta de que sí, de que tal vez decidí ir a la universidad para demostrarle y demostrarme que aquello que pasó me rompió la vida. A mí y a mis padres. Que quise demostrar a todo el mundo que soy una persona capaz y de que, aunque he seguido una línea temporal diferente, puedo hacerlo tan bien o mejor que cualquier otr@.

Supongo que como la demostración se terminó no me queda más alternativa que volver al mundo real y volver a afrontar mi verdadera situación. Todo esto parece un poco surrealista. Ya hace más de quince años que tuvo el accidente y aún estoy así: llorando por los rincones, evitando hablar de él con mis padres, evitando situaciones de duelo para no revivirlo una y otra vez. Ahora soy consciente de que necesito ayuda. Espero poder quitarme esta espinita antes de que se enquiste y se convierta en un cáncer que acabe con mi vida. Soy una persona feliz y amo a las personas que tengo a mi alrededor. No quiero perder esto y voy a luchar por ello.

A veces pienso qué hubiese sido de mi vida si aquel accidente nunca se hubiese producido, pero tampoco quiero eso porque no me imagino vivir sin mi pequeña gran familia: mi marido y mis hijas son lo más importante que tengo y aunque añoro enormemente a mi hermano no podría renunciar a ellos en ningún caso. Supongo que esta es también la factura que debo pagar por no despedirme cuando tocaba. Han pasado quince años y sigo sin estar preparada para ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario